domingo, 20 de noviembre de 2016

Consciente...


Tengamos una cita, dijiste.
Sin saber que yo he buscado, incontables veces, el encuentro amoroso, la construcción mágica, la caricia nutriente.
Hoy dije basta a tus simulaciones y exigencias, al dolor que me causa recibir tus reclamos a fantasmas que no soy yo pero que despiertan los míos. ¿Puedes, por favor, hacerte cargo de tu dolor, sin lastimarme a mí?
Me preguntaron que qué quería, además de una disculpa, y ahora lo sé. Quiero que sientas el dolor de darte cuenta que, por no darte cuenta antes, por no responsabilizarte antes, me lastimaste hasta puntos más allá de lo imaginable.
Sí, quiero que veas cómo por tu inmadurez, por tu miedo al compromiso, por tu falta de responsabilidad y preferir "seguir libre", me lastimaste una y otra vez.
Abandonándome.
Como mi madre, justo como mi madre, pisoteando mi corazón de niño, que mi adulto no pudo proteger más de un año, pero que tampoco supo alejarse del daño a tiempo. A tu merced. A tu capricho. A tus tiempos.
Yo, rogando y esperando que regresaras. Como mi madre, y teniendo que conformarme con sustitutas, como mis tías, primas y abuela.
¡Cuánto daño me causas al ser justo lo que necesito para darme cuenta que no he sanado lo inconsciente de mi niñez!
¡Cuánto daño te causo al reclamarte lo que nunca pude gritarle a mi pinche madre y el dolor que me ocasionó!
Y así, entre el dolor de sentirme humillado y abandonado por ti, ante el descanso de saber que no tengo que honrar la mierda que me heredó mi madre, navego hoy entre el amor de lo que pudo ser y la pasión de lo que quisiera que fuera, pero el dolor no trabajado de lo que sí fue hoy obstaculiza.
Así, entre amor y muerte te escribo para ser yo el que me lea. Para saberme subrayando una pinche historia que me he afanado en cambiar de página cuando aún no la he comprendido a profundidad.
Así, pongo hoy mi punto y coma, sollozando y descansando, porque aún me queda mucho por llorar.