martes, 9 de febrero de 2016

Tú... Tú vuela.

Para mí tú no eras otra cara en la multitud, una pastilla más para pasar el malestar. 

Fue poco el tiempo que necesité para saber que no sólo quería averiguar qué pasaba, sino que supe lo que ya me estaba pasando a tu lado. 

No fuiste sólo una y otra oportunidad para mí, sino una compartida para construir lo que no quisiste negociar. 

No buscaba exclusividad ni llenar todas tus faltas ni expectativas, sino apoyarnos en la intimidad para construir el disfrute de toda la humanidad. 

Yo no sacrifiqué mi putería ni ninguna libertad. 
Lo viví como quise y quisiste acordar. 
Para mí no fuiste algo pasajero ni mera curiosidad, no busqué amaestrarte ni serlo yo por igual. 

Nunca quise cubrieras todas mis expectativas ni infantiles necesidades.

Quise compartirme en plena consciencia, mágica presencia y libre complicidad. 

Quise responsabilizarme desde el ser y no comprometerme desde el Deber Ser. 

Pero tu fluir se sintió cortado por mis ganas de comprender y explicitar. 

¿Cómo podría pedirle al aire que aclare su caprichoso ir y venir?

¿Cómo pedirle al vertiginoso río que hable sobre su intenso devenir?

Yo soy humano, demasiado, al parecer. 

Y por eso hablé, por eso busqué la palabra y su  precisa danza y  emancipado error. 

Por eso le aposté al diálogo y a la comunicación. Por eso creí habría negociación. 

Sin voluntad de construir en común-unión, ¿cómo podrías ceder tu poder para acceder?

No, el viento no pide permiso ni perdón por su soplar, aunque tampoco se irrita cuando hay otro aire que vuela en otra dirección o se unen para crear algo más que un tifón y seguir después a voluntad. 

No, el aire no obliga al árbol a que sea aire ni lo juzga por sus raíces o forma de germinar. 

No pierde su esencia por su momentáneo contenedor. 

No huye ni escapa, sólo fluye y abarca. 

Pero no somos aire, somos humanos con el don de la voluntad, ahora negada para acordar, sin la magia para comunicar. 

Somos humanos, demasiado humanos, faltando a la palabra que nos humaniza y socializa. 

De ahí ahora una profunda distancia y mi soledad. 

Tú... Tú vuela. 




domingo, 7 de febrero de 2016

Hasta el fondo.


Tras el olor a tabaco,
el sonido de la miseria,
el sabor a mezcal
y el sentir sábanas aún húmedas
se esconde un mutilado ser,
una oscuridad que se arrastra
y pugna por salir completamente
de éste terreno nivel.

Las novelas negras, la música tétrica,
las películas de terror, y la poesía anticuada
son el cliché perfecto que me acompaña,
el pretexto para escapar del dolor propio
y sumergirme en uno ajeno, anestésico.

El vacío no se llena.
La falta no se alcanza a describir,
lo real no llega nunca a ser enunciado
y tu ausencia representa sólo
la repugnancia a necesidades
jamás cubiertas y siempre anheladas.

Escribo para retrasar las arcadas.
Callo para evitar el desdén y terror.
Hiberno para no lidiar con el dolor.
De catálogo y viñeta clínica.

Estereotipo que soy y reafirmo, incongruencia que sangro y vomito,
soledad arquetípica
que se cubre de falsas esperanzas
y repugnantes frases escritas a la ligera
y en tiempos idílicos.
Soy lo que niego, niego lo que soy
y me pierdo en lo que jamás tuve
ni tendré.

Así, sin más ni mucho menos,
esclavo de mis palabras y
la búsqueda de acuerdos,
me lleva el silencio
y me deja en una supuesta libertad
no elegida,
no compartida.

Callo y muero.
Espero renacer pronto de entre las cenizas.
Del tabaco,
pues aún no creo tanto en el misticismo
y la magia.
Siempre me ha ido mal
cuando me dejo llevar por ella.

Salud.



sábado, 6 de febrero de 2016

Todo un día sin comer.

No es nada cuando se compara con quince días sin sexar, o seis meses de eterna soledad en compañía de alguien que duda en dañina ambivalencia.
Sí.
Sólo hay dos formas de morir.
O rápido, o lento.
Todo lo demás es sólo el corazón que se detiene por completo. 

Puta estridencia.

Qué doloroso cuando el silencio se llena de dudas, de culpas, reproches y malos entendidos que se vuelven luego sentencias y juicios irrevocables.

Cuando al fin llega el habla, ya no es un problema lo que se aborda, sino la justificación de todo lo que no se hizo ni se hará porque jamás se enunció ni mucho menos acordó.

Silencio maldito y traidor, silencio que sólo envenenó, alimentándose a sí mismo en lugar de aclarar.

Jodido silencio de terror, imbécil pretexto para el no compromiso.

Puto egoísmo lleno de nada y que vacío me dejó, rompiéndose sólo para decir
"No, gracias.
¿Para qué me obligaste a hablar?
Ahora por eso te tendré que dejar."

Puta soledad.

Al menos ahora tengo la certeza de porqué el silencio.

Al menos ahora me sé en soledad, y no sólo me siento solo con la pinche incertidumbre de una compañía o de una juez a la cual convencer a cada paso dado.

Jodido silencio, te rompí para saber que
ya no queda
más nada que decir.
Ni sentir.

Gracias.





jueves, 4 de febrero de 2016

Yo a usted la amo.


Sin cielo ni infiernos, con acuerdos libertarios o en su ausencia elegida, desde la palabra y hasta la música aún no compartida.
Puedo yo amarla a usted un día sí y otra noche también. Con pasión o con ternura compartida.
Puedo escribirle en madera o mandarle a volar a voluntad, viajar a los bosques, semidesiertos, selvas o playas, así como sólo quedarme a su lado a cuidar un sueño apenas más profundo que su mirar.
Yo le amo cuando sonríe o cuando llora, cuando me abraza o cuando me pega, cuando sus muslos me aprietan entre autos o cuando su mirada me esquiva con dudas.
Le amo por su voz y por su piel, por el contacto y por su distancia, por el reclamo y por la coincidencia.
Le amo cuando permite fluir la magia por todo su cuerpo, cuando se deja consentir a la antigua o cuando me exige lucir a lo nuevo.
La amo a usted y sus amores,  sus gustos y a sus tiernos disgustos. La amo lo suficiente para asustarla cada que escucha la palabra amor por sus fantasmas y mis ilusiones.
Sí, la amo tanto como para saber que no soy amado igual y que, cuando usted decida partir, sea hoy mismo o en muchos años más, mi más grande acto de amor será seguir amándola en mi propia soledad, respetando su eterna y absoluta libertad.



Oscilante

Son noches sin luna y pareciera que días sin sol.
Me transformo constantemente con el olor de la sangre propia
y el aullido de un pasado que no me deja atrás.
Vago sin destino por un cuarto apenas acolchado, intentando nuevas formas de caminar
pero todo se reduce a un simple bamboleo y su estertor.
La incertidumbre juega conmigo tanto como le he apostado yo a la suerte de ser reconocido por intentar el cambio prometido y navegar las tormentas perfectas que me he buscado.
Espero, diligente, exasperado, ecuánime, estridente, dejando toda paz a la suerte de una decisión que ya no está en mí ni mi desear.
 Prometí no lo haría.
Largo fue mi periodo de abstinencia y corto mi éxtasis compartido.
Sus dudas han aniquilado mis certezas a pesar de haber intentado fortalecer cuanta razón me permitía seguir sintiendo en plenitud.
Mis sentimientos han abrumado cuanta razón y lógica me permitía pensar que todo mejoraría.
Hay una disonancia que ya no me permite bailar.
Una suavidad tan tersa como rígida la pared que le respalda.
Una hueca esperanza.
Una absurda anticipación.
Apenas una pequeña ventana hacia la luz.
Todo se reduce a tus palabras, a las cuales me esclavicé a pesar de mi intento de libertad, pues los barrotes eran el silencio y el techo tu única voluntad.
Cómodo y suave, pero asfixiante y reducido.
Pude haber intentado soportar sólo con la razón, pero la ética de mi corazón jamás me hubiera permitido navegar.
Mis preguntas directas evitaron tu eterna evasión y nos confrontan con una verdad que no me imagino.
Mañana es el día pactado y lo siento como el principio del resto de mi eternidad.

¡Maldita la hora en que me permití sumergirme en este sentimiento tan profundo e intenso
sin lograr acordar al menos mi sanidad!



lunes, 1 de febrero de 2016

Mi aroma ...

 
¡A vida! 
A lo que llegue a mi. 
Sin saborizantes ni colorantes artificiales. 
Huelo a ti al natural. Huelo a agua que escurre libremente por la piel ardiente. 
Huelo al tabaco que se quema después de un orgasmo que cimbra hasta los huesos. 
Huelo al jabón que lava las heridas de los amores añejos e ingratos. 
Huelo a mi caminar por el mundo, desnudo, sin trabas ni máscaras; al natural y buscando el placer propio y el compartido. 
Huelo a lo que te permito disfrutar incluso al saborearte. 
Huelo a lo que te embriaga en un momento de pasión y exceso total. 
Huelo al impúdico que se atreve a desterrar tus pudores y navegar tus marejadas. 
Huelo a libertad.