Es necesario que me des la mano al menos una vez, mientras recorremos los caminos que de noche te llevarán a un nuevo conocimiento.
Que sientas el calor de mis dedos resbalando por el eterno sudor de tu palma, recorriendo las líneas que se dibujan, dobles, para conectarse con tu vida. Acompañar mi tacto con con una mirada a tus ojos atónitos, dubitativos, que saben el camino que recorreré si no me frenas por convicción.
Quiero besar tu muñeca, sentir el pulso de tu latir en mis labios y saber que el cambio en su ritmo se debe a algo que te rebasa poco a poco, que te llena y cambia un añejo pensar, remplazado por una continua y grata sorpresa de encuentro.
Quiero acariciar tus brazos, sentir la fortaleza ganada en mil batallas, el trabajo continuo y la certeza de la energía que te da alcanzar tus objetivos y sostener tus promesas. Usarlos a mi entero placer para rodearme con ellos y meterme en tu pecho y respirar cerca de ti.
Quiero sentirte cerca, tu pecho contra el mío, sintiendo tu respiración entrecortada, tu mirada esquiva, tus labios radiantes y deseantes. Acercarme lenta y confiadamente a tu boca, sin perder de vista tus hechizantes ojos, que se dilatan, que me escudriñan, que buscan dentro de ti el momento indicado para al fin ceder a algo que ya has fantaseado, sin querer.
Y besarte. Recorrer tus labios delicadamente mientras te sujeto contra mí. Probar la comisura de tu boca y recorrer lentamente tu labio inferior mientras inclinas un poco la cabeza hacia atrás, permitiendo que tu cuello brille a la luz de un entrometido farol que hace mal tercio. Y besar tu labio superior para saborear tus ganas de trascender. Y fundirme en un beso profundo que nos quite la respiración y nos brinde aliento.
Es necesario, me es imprescindible, poner en la piel lo que pongo en letras, Encarnar cada palabra y traer a la vida tanta fantasía y deseo. Enamorarme, enamorarte, tal vez, pero compenetrar y bordear las fronteras de una locura compartida y sensual. Al menos siete veces más.
Que sientas el calor de mis dedos resbalando por el eterno sudor de tu palma, recorriendo las líneas que se dibujan, dobles, para conectarse con tu vida. Acompañar mi tacto con con una mirada a tus ojos atónitos, dubitativos, que saben el camino que recorreré si no me frenas por convicción.
Quiero besar tu muñeca, sentir el pulso de tu latir en mis labios y saber que el cambio en su ritmo se debe a algo que te rebasa poco a poco, que te llena y cambia un añejo pensar, remplazado por una continua y grata sorpresa de encuentro.
Quiero acariciar tus brazos, sentir la fortaleza ganada en mil batallas, el trabajo continuo y la certeza de la energía que te da alcanzar tus objetivos y sostener tus promesas. Usarlos a mi entero placer para rodearme con ellos y meterme en tu pecho y respirar cerca de ti.
Quiero sentirte cerca, tu pecho contra el mío, sintiendo tu respiración entrecortada, tu mirada esquiva, tus labios radiantes y deseantes. Acercarme lenta y confiadamente a tu boca, sin perder de vista tus hechizantes ojos, que se dilatan, que me escudriñan, que buscan dentro de ti el momento indicado para al fin ceder a algo que ya has fantaseado, sin querer.
Y besarte. Recorrer tus labios delicadamente mientras te sujeto contra mí. Probar la comisura de tu boca y recorrer lentamente tu labio inferior mientras inclinas un poco la cabeza hacia atrás, permitiendo que tu cuello brille a la luz de un entrometido farol que hace mal tercio. Y besar tu labio superior para saborear tus ganas de trascender. Y fundirme en un beso profundo que nos quite la respiración y nos brinde aliento.
Es necesario, me es imprescindible, poner en la piel lo que pongo en letras, Encarnar cada palabra y traer a la vida tanta fantasía y deseo. Enamorarme, enamorarte, tal vez, pero compenetrar y bordear las fronteras de una locura compartida y sensual. Al menos siete veces más.