domingo, 24 de mayo de 2015

Sólo para comenzar.

Es necesario que me des la mano al menos una vez, mientras recorremos los caminos que de noche te llevarán a un nuevo conocimiento.
Que sientas el calor de mis dedos resbalando por el eterno sudor de tu palma, recorriendo las líneas que se dibujan, dobles, para conectarse con tu vida. Acompañar mi tacto con con una mirada a tus ojos atónitos, dubitativos, que saben el camino que recorreré si no me frenas por convicción.

Quiero besar tu muñeca, sentir el pulso de tu latir en mis labios y saber que el cambio en su ritmo se debe a algo que te rebasa poco a poco, que te llena y cambia un añejo pensar, remplazado por una continua y grata sorpresa de encuentro.

Quiero acariciar tus brazos, sentir la fortaleza ganada en mil batallas, el trabajo continuo y la certeza de la energía que te da alcanzar tus objetivos y sostener tus promesas. Usarlos a mi entero placer para rodearme con ellos y meterme en tu pecho y respirar cerca de ti.

Quiero sentirte cerca, tu pecho contra el mío, sintiendo tu respiración entrecortada, tu mirada esquiva, tus labios radiantes y deseantes. Acercarme lenta y confiadamente a tu boca, sin perder de vista tus hechizantes ojos, que se dilatan, que me escudriñan, que buscan dentro de ti el momento indicado para al fin ceder a algo que ya has fantaseado, sin querer.

Y besarte. Recorrer tus labios delicadamente mientras te sujeto contra mí. Probar la comisura de tu boca y recorrer lentamente tu labio inferior mientras inclinas un poco la cabeza hacia atrás, permitiendo que tu cuello brille a la luz de un entrometido farol que hace mal tercio. Y besar tu labio superior para saborear tus ganas de trascender. Y fundirme en un beso profundo que nos quite la respiración y nos brinde aliento.

Es necesario, me es imprescindible, poner en la piel lo que pongo en letras, Encarnar cada palabra y traer a la vida tanta fantasía y deseo. Enamorarme, enamorarte, tal vez, pero compenetrar y bordear las fronteras de una locura compartida y sensual. Al menos siete veces más.


miércoles, 20 de mayo de 2015

Ambiciones.

Quiero cambiar mis letras por caricias. Dejar de escribirte y escuchar tu voz en mi oído.
Quiero cambiar tus dudas por certezas. Dejar de perseguirte y sostenerte amorosamente a mi lado.
Quiero despertar a tu lado, después de una noche de recorrer tu espalda con mi cabello, tus ojos con mis miradas, tu boca con mis deseos.
Quiero alimentar esta limeranza de algo más que ilusiones, palpar tus emociones y rendirme a tus caricias.
Quiero saber a qué sabe la aventura a tu lado, a qué  huele la armonía de tu mano, cómo se mira la utopía contigo caminando, y descubrir el sonido de tu risa mientras te abrazo sin prisa.
Quiero escribirte para aclarar las dudas, abrazarte para disipar tus sombras, conocerte palmo a palmo hasta compartir nuestras locuras.
Quiero permitirme desvariar entre tus caderas, romper con falsas promesas y celebrar tus cotidianas proezas.
Quiero saber tú qué quieres. 

martes, 19 de mayo de 2015

2:33

Sólo me gustarás un poco, a partir de ahora.
Así no te sentirás incómoda ni buscarás la salida tan pronto.

Debo dejar de buscar tu presencia como olas a la arena, para evitar tirar los castillos que sobre la playa has construido.

Es necesario que, poco a poco, entienda el ritmo con el cual quieres bailar de mi mano, con tu pequeña mano que marca dos caminos a un mismo horizonte.

Dejaré para otro momento el cortejo cotidiano, la lisonja de a diario y la interrupción incómoda, para evitar tu agotamiento.

A partir de hoy me gustarás un poco menos para dar lugar, con suerte, a que gustes de mí un poco más.

lunes, 11 de mayo de 2015

Más que entre tus piernas...

Temo perderme entre tus labios. Ser sólo una palabra que lees en voz alta, la anécdota de lo que pudo ser.
Me asusta encontrarme sólo en tus sueños y fantasías, sin convertirme en parte de tus anhelos y caminos.
Me espanta ser la anécdota de una primavera inconclusa, el vapor de un agua que jamás te mojó ni sació tu sed. Volátil y fugaz, apresurado olvido de nunca jamás.
Ser la carrera que acelera tus silencios y ausencias.
Ser sólo el encuentro de los labios, el escepticismo de los cuerpos que se funden.
Soy más ambicioso que eso.
Soy más soñador que eso, deseante y amante, en espera y carrera. Dudando y perseverando.  Suicida en caída libre.
¿Cómo no habría de serlo?
Si hasta tu duda se antoja certeza, y tu sonrisa refrescante promesa.
Ven. Deseo más que perderme en tus labios.

viernes, 8 de mayo de 2015

Si en verdad fueras libro abierto...

Aún habría tanto por conocer de ti.

Podría comenzar por el índice, con dedicación y delicadamente. Disfrutar la anticipación de cada capítulo por descubrir, deducir si el orden que muestras es cronológico, tematico  o categórico. Como tus miradas.

Leer a la letra cada nota al pie de página, degustar la aclaración que se hace cada vez que lo decides y haces evidente.

Tal vez, incluso, hacer algunas anotaciones al calce. Resaltar aquellas partes que me atrapan, a las cuales hay que regresar cada vez que me pierda en lo intrincado de tus textos y pretextos.

Saltarme el prólogo, no sin algo de timidez, para ir directo a un prefacio que se me antoja eterno, delicado y pausado, intenso y magnético, y repetirlo cuantas veces sea necesario.

¡Vaya!

Hay tanto que se podría anticipar y a la vez apenas comenzar con tan sólo posar las yemas de mis dedos un poco más.

- Claro, olvidé mencionarlo: me gusta leerte en braille.

Entre miedos y magias, selvas y hechizos,  leeré con entrega y atención plena todo el cuerpo de la enigmática obra, un poco con ansia, un tanto aliviado, un poco desordenado, jugando, saltando de uno a otro lado, entre tus dedicatorias y mis agradecimientos.

Reconoceré, a mano alzada, tu propio ex libris, digno, radiante, dignificante de tantas palabras que aún no alcanzan a describirte y, menos aún, a tus 351 batallas ya ganadas.

Sin mayor desatino, con el cuidado que la devoción a la lectura me permite, con el tacto necesario para ilustrar cada detalle, llegaré al deseado epílogo que promete nuevas ediciones, nuevas historias por escribir, o me anunciará relatos no leídos a profundidad o aquellos en los que me perdí por su complejidad y a los que debo volver cada vez que lo permitas, en cada ocasión que también tú descubras la gran cantidad de páginas que aún quedan por escribirse, y las tantas más que se reescriben con cada nueva lectura y el sentido compartido que le das a tu sentir.

Seguramente, al atardecer -sea de hoy o de otro día al azar-, cuando el calor del día comience a disminuir y la luz a menguar, regresaré al índice. Una vez más, por el simple gusto de volver a comenzar.

Y, al anochecer, cuando la Luna contraste con tu piel obsidiana y se opaque con tu magia gitana,  tal vez llegue el momento en que quieras tú leer las historias que me he escrito yo para mí. Algunas de ellas, incluso, también para ti.