miércoles, 28 de diciembre de 2016

Inocencio.

Ya no sé escribir de amor.
El desamor es demasiado cliché.
Yo aquí espero a irme, o a que regrese la inspiración ...
Contigo o a pesar de ti. 

domingo, 20 de noviembre de 2016

Consciente...


Tengamos una cita, dijiste.
Sin saber que yo he buscado, incontables veces, el encuentro amoroso, la construcción mágica, la caricia nutriente.
Hoy dije basta a tus simulaciones y exigencias, al dolor que me causa recibir tus reclamos a fantasmas que no soy yo pero que despiertan los míos. ¿Puedes, por favor, hacerte cargo de tu dolor, sin lastimarme a mí?
Me preguntaron que qué quería, además de una disculpa, y ahora lo sé. Quiero que sientas el dolor de darte cuenta que, por no darte cuenta antes, por no responsabilizarte antes, me lastimaste hasta puntos más allá de lo imaginable.
Sí, quiero que veas cómo por tu inmadurez, por tu miedo al compromiso, por tu falta de responsabilidad y preferir "seguir libre", me lastimaste una y otra vez.
Abandonándome.
Como mi madre, justo como mi madre, pisoteando mi corazón de niño, que mi adulto no pudo proteger más de un año, pero que tampoco supo alejarse del daño a tiempo. A tu merced. A tu capricho. A tus tiempos.
Yo, rogando y esperando que regresaras. Como mi madre, y teniendo que conformarme con sustitutas, como mis tías, primas y abuela.
¡Cuánto daño me causas al ser justo lo que necesito para darme cuenta que no he sanado lo inconsciente de mi niñez!
¡Cuánto daño te causo al reclamarte lo que nunca pude gritarle a mi pinche madre y el dolor que me ocasionó!
Y así, entre el dolor de sentirme humillado y abandonado por ti, ante el descanso de saber que no tengo que honrar la mierda que me heredó mi madre, navego hoy entre el amor de lo que pudo ser y la pasión de lo que quisiera que fuera, pero el dolor no trabajado de lo que sí fue hoy obstaculiza.
Así, entre amor y muerte te escribo para ser yo el que me lea. Para saberme subrayando una pinche historia que me he afanado en cambiar de página cuando aún no la he comprendido a profundidad.
Así, pongo hoy mi punto y coma, sollozando y descansando, porque aún me queda mucho por llorar.



sábado, 22 de octubre de 2016

Te extraño, carajo.

Con o sin sombrero, con tu disfraz para la fiesta, con tu sonrisa de oreja a oreja y la mirada siempre de una sorpresa atemorizante.
Extraño tus sombras y luces, tu maldita locura que jamás aceptaste y por lo mismo te dominaba -y no viceversa- y esa pasión contenida que no te permitías mostrar más que en las discusiones, en las que tu odio implantado al amor de pareja-que-tanto-buscas se desbordaba hasta el linaje, hasta el universo y su ley de la atracción de un futuro que sabias ya de cierto por que así-son-y-siempre-han-sido-y-seguirán-siendo las cosas, los machismos, los amores. Pero ahí estabas, más allá de tus discursos posmodernos y cliché, estabas en cuerpo y alma (fuera del cerebro y discursos), más allá de los miedos y oscuridades, ahí estabas hasta que se encendía la luz. Y corrías, como gato asustado, no sin antes tirar zarpazos y pataletas, rompiendo lo construido para asegurarte de que se cumplirían tus profecías de jamás encontrar el amor, pues no existe mas que para la amistad y tus mejores amigas.
Te extraño con todo ese dolor y oscuridad que disfraza la luz y magia que temes tanto mostrar, pues te responsabiliza y tú quieres seguir siendo libre con todas sus irresponsabilidades, no te quieres atar ni siquiera a tus propios gustos y deseos. Nada de Bukowski y "encontrar lo que te guste hasta que te mate"... #NiUnaMenos por el amor romántico, ni literal ni figuradamente. En pie de guerra, en la lucha, en lo beligerante. En esa pasión tan delicioso que bajaba las armas sólo en el coger.
Y ahí, nuevamente, era yo demasiado tosco para ti. (Pero qué rico, no-le-digas-casi-a-nadie-no-soy-yo-es-mi-pene-y-mi-forma-de-tocarte)
Sí, en retrospectiva, las únicas veces que fui algo diferente a insuficiente para tus insaciables aspiraciones era cuando fui-siempre-lo-fui demasiado malo, demasiado psicólogo, demasiado errado, demasiado tosco, demasiado cuadrado, demasiado incongruente. Jamás fui mencionado como demasiado amoroso, demasiado entregado, demasiado soñador, demasiado utópico ni demasiado luchador.
Jamás fui demasiado justo-lo-que-necesitabas. Siempre insuficiente o demasiado años puedo contigo. 
Y te fuiste, como siempre (y para poder volver a irte hay que regresar, y lo hacías).
Primero no estabas porque era demasiado cercano e insistente. Después te fuiste porque era demasiado lejano y esquivo.
En el ínter te fuiste porque yo pedía demasiado. No regresas porque me interpretas demasiado sin-ti-feliz.
Y con toda esa contradicción te extraño.
¿Quién carajos dice o cree que el extrañar es de la razón?
Es ella la que me permite seguir extrañándote; sino te hubiera escrito ya, hablado, visitado. Hubiera hecho presencia para que me reclamaras  que era demasiado tarde o demasiado temprano. Nunca a tiempo. Como cuando llegué a tu vida o cuando te diste cuenta que ya me iba.
Y te extraño, porque atrás de todas esas cortinas (que no son falsas, sólo en lugares-momentos no-siempre-necesarios) sé que reconstruyes  todo un interior en el que yo ya estaba teniendo un lugar. Y me lo merecía. 
Y tu mirada de sorpresa siempre atemorizada me vio abandonándote en lugar de adelántandome para preparar todo para recibirte y recibirnos.
Te extraño, con tu eterno dudar e increpar, buscando demostrar con tu intelecto-necesariamente-evidente lo crítica que eres, sobre todo con quien amas si es un hombre no-aún de tu familia.
Te extraño, sabiendo que si lees esto dirás con dolor profundo "si tan mala soy, ¿para qué estas conmigo? Mejor me voy", sin entender que no es un juicio-sino-una-declaración, que te extraño, a pesar de mi razón, porque hay razones mucho más importantes e innombrables que las aquí escritas, pero esas no quieres leerlas porque decidiste ya que " No te amo" y no las crees o es demasiado... Tarde, o lo que sea necesario justificar en el momento de tu no-querer-amar-me.
Te extraño, como a la alegría mía que se fue contigo a la Ciudad de México y se quedó en el camión de regreso cuando "siempre hago cosas para hacerte sentir mal".
Te extraño, como a un sueño de paren-marentalidad compartida.
Te extraño como me extraño a mí mismo al saberme ausente y en un cuerpo que ya no es el mío sino el del dolor envuelto.
Te extraño, y te quisiera a mi lado (o yo al tuyo, o los dos juntos, o como-sea-que-te-suene-bien-para-que-no-sea-interpretado-como-machismo-e-imposición-adicional-de-geografías).
Te extraño y sólo escribo, esperando-te-leas y nos reconstruyamos. Como cuando te atreviste a caminar a mi lado por dos meses de entre 17 que yo estuve, princesa jaguar.
Te amo.

miércoles, 7 de septiembre de 2016

Vuelo sin ti.

Al igual que ellos, estoy en tránsito.
En ese limbo que no es aquí ni allá,
lo suficientemente tarde para quedarme
y lo jodidamente temprano como para irme ya.
Esperando el momento del despegue propio,
ansiando el aterrizaje ajeno,
en tierra, con la vista en volar,
volando, con el anhelo de llegar a tierra.
Ni aquí ni allá.
Estoy en tránsito,
no soy de este momento aún
y ya tampoco lo soy de aquel,
nunca fui tuyo
y ya nunca lo seré.
Sólo viajo.
Voy y vengo.
Transito.
Jamás permanezco.
Etéreo y sin raíz.
Solo.
De paso.



sábado, 20 de agosto de 2016

Aún, ciento dieciocho.

Me gusta esa sensación de náusea, tristeza y conmiseración que sube por mi barriga y llena mi garganta cada vez que te leo con cualquier escrito no infantil.

Admiro ese toque para ser tan patético y feliz, tan lúgubre y jocoso, mezclando una cultura que siempre me ha dado güeva cultivar con una sandez escatológica que no me permito sacar a pasear muy seguido, por aquello de la corrección política y las consecuencias laborales por abandonarla hasta para sólo jugar.

Creo que me gusta leerte brillante porque así me escucho también en mi podredumbre. En tus líneas identifico la mejor peor versión de mí mismo que podría ser si no fuera tan cobarde, si no intentara tan desesperadamente agradar antes de hartarme y mandar a todo a la mierda.

Podré no ser culto, pero pendejos no soy.

O no quiero aceptar que lo soy, y por eso odio a cualquiera que me lo pueda reflejar de cerquita, muy cerquita.

Y me siento Mierda el día de hoy. También.

Pero así, sin más, en medio de una cruda de ni siquiera medio cartón de cervezas, cero cigarros, ningún pecado y tres horas de sueño en un eteene, me animé a escribirte y decirte que si hablábamos.
Y dijiste que sí, con la misma naturalidad con la que te tiraste un pedo tan sonoro como guajolotero, mientras compartíamos mingitorio en Tlalpujahua y hablabas del sexo anal y sus repercusiones acústicas evidentes.
Y hablamos. Me guiaste a comprar tu libro y yo muy obediente fui al Sótano a salir de mi otro closet (¿porqué sólo los gays tienen derecho a guardar sus pinches miedos en los closets? Al resto sólo nos los dejan para esqueletos o muertitos).

Celebré, con la felicidad eufórica de una tortuga, con la explosiva expresión de una anémona. Realmente me emociona, como guacagrupi.

Y grité y brinqué con tanta enjundia como ustedes en el último concierto que dieron en el Blackdog.

Era tan clara mi algarabía como La Verdad en ese pinche hoyo de mala acústica y pior ecualización.

Y leí nopinchesmames Araucontusmamadasyrencoresquechulahijatienescabron.
Y pensé que hoy, tras escuchar a dos europeos ladrar críticas todo el día para enseñar cómo hacer las cosas a una red de mentiras y simulaciones infantiles, es el día dos de mis 120 maneras de despedirme.

Esta fue mi celebración de hoy.

Tu voz, tus letras, tu banda, una banda que recuerdo escuchar una y otra vez como antídoto ante la preocupación por otro temblor. Así mi memoria que lo Junta todo en un mismo recuerdo como sofá-cama del piso de arriba de la oficina donde vivíamos para que el patrón se cogiera a mi jefa en horas de oficina y no faltara a su cálido y pelirrojo hogar, en medio de pelotas y palos de golf, incendios y extintores paquipallá, paquipallá.

Así celebré hoy. Triste y patético, como un guacagrupi de los primeros chavorrucos oficiales Meidinmecsico.

¿Sabes? Ni siquiera me sé la discografía, ni las letras de todas las rolas. Esas cosas son para fanáticos. Muy gringo, ese pedo de saberte hasta las estadísticas, fechas, casa productora y cuantamadre pasa.

Nel, yo sólo estoy para ser un guacagrupi lo suficientemente decente para decir #NacoEsChido sabiendo que hacen covers de su propia música porque el guacarock es sabroso pero te puede matar de un coraje.
Grupi de aguacate como para seguir el juego chaqueto por la paz y ser publicado, sin pedirlo, en el sexódromo. Los únicos dos pinches periódicos de Milenio que he comprado/compraré en mi vida.

Plan B, agradezco, carasmeadas, sangre, sangre, maíz.

Nos escuchamos pronto.

martes, 19 de julio de 2016

A donde vayas.

El jueves fuimos a despedir a Amigo, pareja de Amiga.
Él se va a vivir al norte,  a La Ciudad. Va a estar allá,  por contrato, al menos cuatro años, especializándose en aquello que ya sabe hacer y disfruta.
Amiga y todo el resto de la familia se quedan en CiudadPequeña, sin una perspectiva clara de cuándo o si irán a vivir para allá. Al menos para mí no lo es.
Se irá en camión,  en un viaje de casi veintimuchas horas. Eligió ese medio de transporte porque puede llevar casi lo que sea, sin que le cobren exceso de equipaje o peso, como lo sería en aviones. "Es una mudanza", repetía sin parar, haciendo énfasis en todo aquello que carga para llevarse. Yo creo que en el fondo se refiere a todo aquello que deja.



Hablamos, entonces,  de lo romántico y necesario que es el viaje por tierra. Ese poder sentarse a ver por la ventana cómo va cambiando el paisaje poco a poco, ir viendo cómo nos vamos amaneciendo y anocheciendo con los kilómetros y distancias recorridas.
Viajar es poner movimiento y geografía a la esperanza.
Nos movemos, conscientes de ello, con la atención en el camino y la ventana. Viendo unos kilómetros adelante (si acaso, unos dos) y sólo imaginando que después de esos hay otros dos, otros diez, otros dos, otros veinte, que nos irán acercando a ese destino que imaginamos está ahí, que creemos ahí existe y es real, justo como tanto lo hemos imaginado.
Y así recorremos esos kilómetros que en nada se comparan con la longitud de nuestro propio hilo rojo.
Y viajamos con propios o extraños, viendo llanto o sonrisas, tal vez escuchando anécdotas de aquello que aleja o expectativas de aquello que acerca.
El viaje se ve, se vive, como la carretera: puente entre dos puntos, camino que une tanto como aleja.
Sin darnos cuenta que el camino es un lugar en sí mismo, un lugar, un presente aquí y ahora. Un regalo a vivir plenamente.
Aquello que dejamos no es ya lo que recordamos.
Aquello otro a donde vamos aún no es lo que deseamos.
Somos esto. .. historias que se escriben, no en un punto del que se parte ni en otro al que se llega.
Somos historias en el camino que andamos mientras lo caminamos.
Ojalá y cada quien disfrutemos, seamos conscientes, de cada paso en nuestro andar.
Buen viaje, compañerx. 

miércoles, 25 de mayo de 2016

Me iré.

Me iré.
No sin dolor ni pesar.
Sin olvidar los gratos momentos y espacios compartidos, las historias construidas, pero me iré.
No porque aquí no esté bien, sino porque sé allá estaré mejor.
Me iré, a alcanzar mis sueños, a caminar mis cielos, a recibir los amores que no se frenando ni dudan, a transformar.
Aquí me he cansado de la incertidumbre, la tibieza y la anomia asiliente.
Me duele saberlo, me desespera un poco el saber que aún no es la hora de salida y estar en ese limbo, donde no inicio algo aquí para no dejarlo a medias, y aún no comienzo allá mas que en el idear y planear.
Me iré.
Lo que pudo mantenerme aquí no se hizo presente y yo no viviré ausente de mi propia vida.
Jamás.
Soy mi protagonista y, aún con el dolor, me iré.
Sé que al llegar, me sabré en mi lugar, con mi gente, en el amor que siempre he querido vibrar.
Gracias por haberme permitido estar hasta ahora.





domingo, 15 de mayo de 2016

Sin extrañar

Cansado de ser invisible, borradx y escondido bajo el humo como si de algo vergonzoso se tratara, destrozado por saber que no se merecía ni el apoyo ni aplauso que le ayudaría a levantar, se fue convirtiendo en telón de fondo...
En leyenda y relleno.
Como aventura, era una mala. Como experiencia, una inconclusa, como apuesta, una demasiado cara.
Y terminó yéndose, para no desaparecer.

jueves, 5 de mayo de 2016

La última fumada.

Me fumo este cigarro y respiro mis últimas bocanadas de ti.
Se consume como las esperanzas de cambiar los estereotipos y sanar las viejas heridas que te gusta restregar contra mi presente ser, para terminar en tu historia como un eterno lobo.
Lo exhalo como mis últimas fantasías de un camino compartido y acordado. Como los sueños que insistí en compartir.
Nicotina que me llena sólo cuando encendida, me estimula y acelera hasta pedir más, y más, sólo un beso más...
Y me mata por dentro.
Apago mi antepenúltimo cigarro con la certeza de que extrañaré la satisfacción de mi adiccion, y la esperanza de que sanaré.
Escribo como en un inicio para escribir un final que jamás deja de llegar.
Una línea y una fumada, un jalón y un estirón. Una inhalación y una esperanza que no cesa de pedir más.
Enciendo el penúltimo cigarro, viendo por penúltima vez el reloj y el calendario, despidiéndome de lo que en algún momento fue el pretexto para mantenerme en pie.
Siento el amargo sabor de aquello que me llena de un gusto culposo, me detengo a ver la llama que me consume, que me perfuma y me anega.
Que duelo este, decidido y negado, confuso pero necesario, saludable para el futuro que escojo...
Como el último cigarro.
Lo enciendo, sabiendo que llegó el término de una época. Se me llena la garganta del trago amargo.
Se me inunda el pecho.
Y, para llegar al final, apago lo que nunca pude encender.



No, no moriré por un gusto y un placer tóxico.

martes, 29 de marzo de 2016

Lo supe.

Con la confianza mermada, con el dolor profundo, con la duda eterna.
¿Cómo construir un proyecto conjunto sin claridad, sin asunción, con engaños y falta de compromiso?
¿Cómo confiar en la continuidad si en cualquier distracción puede irse?
No se construyen castillos sobre el aire si lo que se busca es echar raíces.
Con la confianza mermada, con la traición a cuestas, con el flagrante engaño, ¿a caso quiero seguir apostando por quien ni siquiera me considera para sincerarse?

domingo, 13 de marzo de 2016

Es más que licantropía, es más que una alegoría

Lobo bajo amarre. Lobo viejo, amansado, no emancipado.
Olfatea entre sabanas o bosques, entre desiertos o edredones.
Es un viejo lobo que acecha y espera, no sabe qué, pero espera.
No es el de Asís... indudablemente tampoco el de Hesse.
Es de él, de sí, para sí. Es.
Enjaulado, escondido, infectado... fingiendo.
Fingiendo estar domesticado, esperando estarlo.
El pelaje se crespa, el follaje se mueve. Los dientes se asoman, los colmillos se remojan.
Lobo en carnicería, hastiado, aburrido, satisfecho, insatisfecho, expectante.
Los ojos han recobrado algo de brillo, la sangre ha vuelto a fluir.
¡Vaya! Hasta su andar vuelve al ritmo cadencioso que impide lo candente de la persecuisón.
Esa lengua que delectosa pasa por los labios es augurio de una tormenta por venir.
- ¡Lobo náufrago!- se espeta para sí, tratando de convencerse de su amasiato no concluído. Tratando de saberse digno de bozal. Tratando de evitar una nueva carnicería.
La sangre hierve, los sueños la despertaron.
El corazón palpita, las dudas lo revivieron.
La carne tiembla, el aliento la excitó.
Tal vez sea el de Pedro, tal vez sea el de Pedro -repite para sí-
Maldito Lobo amansado. Maldito Lobo auto amaestrado. Maldito Lobo automatizado.
- Bendito Lobo Maestro, bendito Lobo Matizado,
¡Salve la convicción propia a los hombres de buena voluntad y a las mujeres de la carnal fatalidad así en la tierra como en las aguas!
Ante marejada espumosa, diques proscritos. Dijes al cuello. Dichos al aire. ¿Aire de paz?
Un lobo dormido sigue siendo un lobo.
El sueño sigue siendo catalejo.
Perplejo. Inerte. Escribir es la fórmula, sublimar es la dicha.
Aplausos, fanfarrias, medallas y pendones seguramente evitarán el encuentro con casas y faldones.
Le teme a su propia ansiada sombra del pasado.
Se sabe Lobo... se sabe en Luna llena, se sabe llenando expectativas ajenas, se sabe saboreando.
Se sabe saboreando.
Se sabe saboreando y sabiendo gustos sabidos y degustados, revividos y endilgados
Se sabe fiero, se sabe fierro ardiente en carne fresca. Se sabe sabido.
Se sabe desnudo bajo la Luna llena de sus propios deseos menguados a fuerza; forjados, forrados de apariencia ovejuna.
Se sabe ansioso, hambriento, a punto de la inanición. A punto de la transgresión.
Duda, pide a gritos lo vuelvan a amarrar. Pide a gritos un anillo de plata que lo haga dormitar.
Un lobo dormido sigue siendo un lobo.
Un lobo sedado sigue siendo un lobo.
Un lobo escribiendo sigue siendo un lobo.
¿Lo es? ¿Lo soy? o acaso ¿será la forma de no aceptar el ocaso?
¿Será soñar la forma de sobrevivir a la verdad?
¿Será la verdad lo que permite soñar?
El día ha llegado y con ello la claridad.
Desterrado de Arcadia bajo designio de Júpiter

No es personal, es cuestión de preguntar.



...Olfatear... 

viernes, 11 de marzo de 2016

Otrora encendido.

Por favor, búscame entre letras y números, cuentas y recuerdas.
Sé amable, sígueme en la línea plagada de ganas de escribirte e intenciones de poderte liar.
Como en una riña. Como una niña que tras el vaivén de sueños y recuerdos sigue persiguiendo el no-sé-dónde-me-metí después de haber salido raspada y chamagosa.
-¿Ansiosa?-
Como a una carga. Como al viejo tabaco que se envolvía en pedazos tratados de madera y no-sé-que-más-químicos-raticidas que dejan mi alma carcomida y la muerte con hambre morosa.
-¡Ansiosa!-
Pierde un moño, tal vez un brazo, sube y baja el nivel que a ningún lugar habrá de llegar.
Poetisa.
Una línea tirada al andar... Lento caminar dictado por alguna línea ninguneada. Amargo sabor de complicidad. Animal cadencioso que persigue la perpetuidad.
Marchita.
¿He de escribirte?
Tal vez sea a mí a quién le dicto. Probablemente sea a tí a quién leo. El silencio, tu eterna primavera. Grita.

 

martes, 9 de febrero de 2016

Tú... Tú vuela.

Para mí tú no eras otra cara en la multitud, una pastilla más para pasar el malestar. 

Fue poco el tiempo que necesité para saber que no sólo quería averiguar qué pasaba, sino que supe lo que ya me estaba pasando a tu lado. 

No fuiste sólo una y otra oportunidad para mí, sino una compartida para construir lo que no quisiste negociar. 

No buscaba exclusividad ni llenar todas tus faltas ni expectativas, sino apoyarnos en la intimidad para construir el disfrute de toda la humanidad. 

Yo no sacrifiqué mi putería ni ninguna libertad. 
Lo viví como quise y quisiste acordar. 
Para mí no fuiste algo pasajero ni mera curiosidad, no busqué amaestrarte ni serlo yo por igual. 

Nunca quise cubrieras todas mis expectativas ni infantiles necesidades.

Quise compartirme en plena consciencia, mágica presencia y libre complicidad. 

Quise responsabilizarme desde el ser y no comprometerme desde el Deber Ser. 

Pero tu fluir se sintió cortado por mis ganas de comprender y explicitar. 

¿Cómo podría pedirle al aire que aclare su caprichoso ir y venir?

¿Cómo pedirle al vertiginoso río que hable sobre su intenso devenir?

Yo soy humano, demasiado, al parecer. 

Y por eso hablé, por eso busqué la palabra y su  precisa danza y  emancipado error. 

Por eso le aposté al diálogo y a la comunicación. Por eso creí habría negociación. 

Sin voluntad de construir en común-unión, ¿cómo podrías ceder tu poder para acceder?

No, el viento no pide permiso ni perdón por su soplar, aunque tampoco se irrita cuando hay otro aire que vuela en otra dirección o se unen para crear algo más que un tifón y seguir después a voluntad. 

No, el aire no obliga al árbol a que sea aire ni lo juzga por sus raíces o forma de germinar. 

No pierde su esencia por su momentáneo contenedor. 

No huye ni escapa, sólo fluye y abarca. 

Pero no somos aire, somos humanos con el don de la voluntad, ahora negada para acordar, sin la magia para comunicar. 

Somos humanos, demasiado humanos, faltando a la palabra que nos humaniza y socializa. 

De ahí ahora una profunda distancia y mi soledad. 

Tú... Tú vuela. 




domingo, 7 de febrero de 2016

Hasta el fondo.


Tras el olor a tabaco,
el sonido de la miseria,
el sabor a mezcal
y el sentir sábanas aún húmedas
se esconde un mutilado ser,
una oscuridad que se arrastra
y pugna por salir completamente
de éste terreno nivel.

Las novelas negras, la música tétrica,
las películas de terror, y la poesía anticuada
son el cliché perfecto que me acompaña,
el pretexto para escapar del dolor propio
y sumergirme en uno ajeno, anestésico.

El vacío no se llena.
La falta no se alcanza a describir,
lo real no llega nunca a ser enunciado
y tu ausencia representa sólo
la repugnancia a necesidades
jamás cubiertas y siempre anheladas.

Escribo para retrasar las arcadas.
Callo para evitar el desdén y terror.
Hiberno para no lidiar con el dolor.
De catálogo y viñeta clínica.

Estereotipo que soy y reafirmo, incongruencia que sangro y vomito,
soledad arquetípica
que se cubre de falsas esperanzas
y repugnantes frases escritas a la ligera
y en tiempos idílicos.
Soy lo que niego, niego lo que soy
y me pierdo en lo que jamás tuve
ni tendré.

Así, sin más ni mucho menos,
esclavo de mis palabras y
la búsqueda de acuerdos,
me lleva el silencio
y me deja en una supuesta libertad
no elegida,
no compartida.

Callo y muero.
Espero renacer pronto de entre las cenizas.
Del tabaco,
pues aún no creo tanto en el misticismo
y la magia.
Siempre me ha ido mal
cuando me dejo llevar por ella.

Salud.



sábado, 6 de febrero de 2016

Todo un día sin comer.

No es nada cuando se compara con quince días sin sexar, o seis meses de eterna soledad en compañía de alguien que duda en dañina ambivalencia.
Sí.
Sólo hay dos formas de morir.
O rápido, o lento.
Todo lo demás es sólo el corazón que se detiene por completo. 

Puta estridencia.

Qué doloroso cuando el silencio se llena de dudas, de culpas, reproches y malos entendidos que se vuelven luego sentencias y juicios irrevocables.

Cuando al fin llega el habla, ya no es un problema lo que se aborda, sino la justificación de todo lo que no se hizo ni se hará porque jamás se enunció ni mucho menos acordó.

Silencio maldito y traidor, silencio que sólo envenenó, alimentándose a sí mismo en lugar de aclarar.

Jodido silencio de terror, imbécil pretexto para el no compromiso.

Puto egoísmo lleno de nada y que vacío me dejó, rompiéndose sólo para decir
"No, gracias.
¿Para qué me obligaste a hablar?
Ahora por eso te tendré que dejar."

Puta soledad.

Al menos ahora tengo la certeza de porqué el silencio.

Al menos ahora me sé en soledad, y no sólo me siento solo con la pinche incertidumbre de una compañía o de una juez a la cual convencer a cada paso dado.

Jodido silencio, te rompí para saber que
ya no queda
más nada que decir.
Ni sentir.

Gracias.





jueves, 4 de febrero de 2016

Yo a usted la amo.


Sin cielo ni infiernos, con acuerdos libertarios o en su ausencia elegida, desde la palabra y hasta la música aún no compartida.
Puedo yo amarla a usted un día sí y otra noche también. Con pasión o con ternura compartida.
Puedo escribirle en madera o mandarle a volar a voluntad, viajar a los bosques, semidesiertos, selvas o playas, así como sólo quedarme a su lado a cuidar un sueño apenas más profundo que su mirar.
Yo le amo cuando sonríe o cuando llora, cuando me abraza o cuando me pega, cuando sus muslos me aprietan entre autos o cuando su mirada me esquiva con dudas.
Le amo por su voz y por su piel, por el contacto y por su distancia, por el reclamo y por la coincidencia.
Le amo cuando permite fluir la magia por todo su cuerpo, cuando se deja consentir a la antigua o cuando me exige lucir a lo nuevo.
La amo a usted y sus amores,  sus gustos y a sus tiernos disgustos. La amo lo suficiente para asustarla cada que escucha la palabra amor por sus fantasmas y mis ilusiones.
Sí, la amo tanto como para saber que no soy amado igual y que, cuando usted decida partir, sea hoy mismo o en muchos años más, mi más grande acto de amor será seguir amándola en mi propia soledad, respetando su eterna y absoluta libertad.



Oscilante

Son noches sin luna y pareciera que días sin sol.
Me transformo constantemente con el olor de la sangre propia
y el aullido de un pasado que no me deja atrás.
Vago sin destino por un cuarto apenas acolchado, intentando nuevas formas de caminar
pero todo se reduce a un simple bamboleo y su estertor.
La incertidumbre juega conmigo tanto como le he apostado yo a la suerte de ser reconocido por intentar el cambio prometido y navegar las tormentas perfectas que me he buscado.
Espero, diligente, exasperado, ecuánime, estridente, dejando toda paz a la suerte de una decisión que ya no está en mí ni mi desear.
 Prometí no lo haría.
Largo fue mi periodo de abstinencia y corto mi éxtasis compartido.
Sus dudas han aniquilado mis certezas a pesar de haber intentado fortalecer cuanta razón me permitía seguir sintiendo en plenitud.
Mis sentimientos han abrumado cuanta razón y lógica me permitía pensar que todo mejoraría.
Hay una disonancia que ya no me permite bailar.
Una suavidad tan tersa como rígida la pared que le respalda.
Una hueca esperanza.
Una absurda anticipación.
Apenas una pequeña ventana hacia la luz.
Todo se reduce a tus palabras, a las cuales me esclavicé a pesar de mi intento de libertad, pues los barrotes eran el silencio y el techo tu única voluntad.
Cómodo y suave, pero asfixiante y reducido.
Pude haber intentado soportar sólo con la razón, pero la ética de mi corazón jamás me hubiera permitido navegar.
Mis preguntas directas evitaron tu eterna evasión y nos confrontan con una verdad que no me imagino.
Mañana es el día pactado y lo siento como el principio del resto de mi eternidad.

¡Maldita la hora en que me permití sumergirme en este sentimiento tan profundo e intenso
sin lograr acordar al menos mi sanidad!



lunes, 1 de febrero de 2016

Mi aroma ...

 
¡A vida! 
A lo que llegue a mi. 
Sin saborizantes ni colorantes artificiales. 
Huelo a ti al natural. Huelo a agua que escurre libremente por la piel ardiente. 
Huelo al tabaco que se quema después de un orgasmo que cimbra hasta los huesos. 
Huelo al jabón que lava las heridas de los amores añejos e ingratos. 
Huelo a mi caminar por el mundo, desnudo, sin trabas ni máscaras; al natural y buscando el placer propio y el compartido. 
Huelo a lo que te permito disfrutar incluso al saborearte. 
Huelo a lo que te embriaga en un momento de pasión y exceso total. 
Huelo al impúdico que se atreve a desterrar tus pudores y navegar tus marejadas. 
Huelo a libertad.



martes, 19 de enero de 2016

No me interesa que sea diferente.

No soy un hombre de amores fáciles ni amores incompletos.
No sé darme a medias ni con reservas.
Cada uno de mis amores son elegidos, construidos y edificados desde la consciencia y la entrega absoluta.
A veces tengo mucho que dar, a veces es casi nada, y siempre lo doy todo de lo que hay en mí.
No sé ser uno de esos hombres tibios, blandengues, que huyen al primer conflicto ni que se quedan atados a las memorias y dolores pasados. No quiero ser un hombre incompleto por quedarme atorado en todo lo que puede fluir desde mí.
No, yo no soy hombre de un sólo amor, ni creo que haya uno único para mí, y eso me hace amar más pura y tenazmente cada uno de mis momentos compartidos con ese amor escogido.
Si nada es eterno ni sinónimo de completud, ¿porqué habría de detenerme en el tiempo viendo todo lo que falta, de lo que se carece o la velocidad a la que se ama -o se deja de hacerlo- ?
Me rehuso a vivir atado a los miedos y fantasías belicosas de los amores románticos que niegan lo que más desean, o que desean lo que menos quieren encarnar. Y que, irónicamente, más niegan su esencia romántica y posesiva.
La desdicha no va conmigo aunque el desamor sea la consecuencia inevitable de amar sin esperar (aunque sí deseo, ansío y merezco el amor que prodigo yo) . Yo celebro, honro, agradezco y rememoro cada momento vivido en pleno amor.
No me interesa un amor cortado, inconcluso, tibio y mojigato, que se esconde de las buenas y malas lenguas, de las mejores y peores morales.
No me causa admiración alguna la necia necesidad de interpretarlo todo como tragedia shakespeareana que ineludiblemente lleva a un sangriento final anunciado y cantado en verso o prosa. Una comedia nada sutil que cada crisis la convierte en daño, cada oportunidad en duda, y cada triunfo en terror de intimidad.
No sé amar impoluto, aséptico, políticamente correcto ni socialmente brillante. No es mi meta dominar ni ser dominado para establecer jerarquías de alta burguesía.
Soy un hombre que ama entero, completo, irrestricto y sin censura, con la pasión y fugacidad de un cometa, con el vaivén siempre presente de la marea, con la eterna esperanza de renacer del bosque y la imperceptible presencia del aire.
Amo así, con mi pasión y desencanto completo pues sé que, llegada la hora, no me detendré a seguir amando ilusiones ni fantasmas que a veces se manifiestan. No quiero sólo murmullos, me fascinan los gritos y algarabía.
Amo completo y desgreñado porque sé que no te necesito -ni tú a mí- y que, llegada la hora del adiós, seguirás siendo mi amor, en la distancia y ausencia necesaria.
Si no entiendes que mi amor intenso, entregado y pleno no es una atadura, pues lo que se entrega por completo no tiene la fuerza ni deseo para devorar, entonces no estás lista para este amor.
Y yo, aunque te ame profundamente, siempre estaré listo, preparado, para el desamor.


sábado, 16 de enero de 2016

Tu mirada susurrando.

¡Maldita ambición la mía!
Que me hace desear más que susurrar tu nombre, dejar de ocultar los momentos de travesía a tu lado, desdibujar tus retratos y esconder lo que es más que evidente.
Quiero arriesgarme a explorar otros límites,  a cruzar fronteras inexistentes cuando nuestros desnudos cuerpos se encuentran.
Volar y desde las alturas escribir promesas que aterran por la posibilidad de convertirse en ciertas y desafiar toda profecía que busca el autocumplimiento.
Abandonar los miedos y la parálisis, la búsqueda de control y certeza para arrojarme en un absurdo intento por simplemente vivir sin censura ni escondites.
Mi ambición es dejar de ambicionarte para simplemente disfrutarte en plena presencia e irrestricta entrega.
Sí, deseo tenernos en libertad y consciente incondicionalidad para construir más allá de sólo los puentes entre les dos y vibrar en frecuencias que nos permiten sentisaber nuestra pertenencia a lo trascendental.
Yo sigo presente y viviendo mi ambición.
Gracias por las oportunidades para seguir haciéndolo posible... y sonreír.




Balbuceando

Las sombras siguen presentes, alertándome de cada nuevo paso en silencio, oscureciendo cada momento de esperanza, recordando mi fugaz paso por los mundos que he llegado a tocar. 
La soledad siempre está presente, me acompaña y me inspira a huir de la falta de compromiso, de las expectativas tan altas que jamás me satisfacen, de la lúgubre llama que atravieso en busca de las cenizas que me harán renacer. 
Y, al final, es una mentira aún por comprobar. 
Porque amo y no, porque espero ser eternamente acompañado en mi pasajera soledad. 
Ser más que menos. 
¿Es mucho pedir? 

domingo, 3 de enero de 2016

Aunque en chino.

Me gustas para jugar a las sombras y la luz, para destruir miedos añejos y construir oportunidades presentes. Para juzgar desde lo disfrutado y emanciparnos de lo sufrido.

Me gustas para jamás cambiar y seguir siendo genuino, volátil y apasionado (casi tanto como tú). Para ser un humano que sincero y franco te ama, para construir y sembrar en tierra fértil aquello que en conjunto se debe cosechar.

Me gustas para equivocarme y rectificar, para crecer y aprender a vestir de moda o mediana, para ser uno más del montón y perder toda auténtica estampa cuando de ser reconocido se trata y continuar en mi libertad compartida.

Me gustas para proclamar como propio un territorio que ni siquiera es de este mundo carnal y menos textil, para encarnar cualquier pecado de toda religión que no profeso.

Me gustas para rabiar por tus caprichos, para encapricharme con tus climáticos gustos y anticlimáticas indiferencias,  perfumadas de positivismo y profana incredulidad.

Me gustas para callarme y estar como ausente, presente en un futuro que dibujo compartido a pesar de tu eterna partida y tu constante regreso. Para que ese vaivén se convierta también en el de las prosaicas y desentonadas pelvis envalentonadas.

Me gustas como para que me perdones y sembremos reconciliaciones resilientes, que unan lo partido, para distribuir lo celebrado y salvaguardar lo ya vivido. Para resarcir lo lastimado y curar lo aterrado.

Me gustas para trascender en lo concreto, para concretar lo trascendental y jugar a las luces y a la sombra, para que seas tú también quien se transforme y recuerdes tu cuna y linaje, les honres de pensamiento, palabra, acto y omisión.

Me gustas para construir espacios de paz y eones de erotismo, para seducir al tiempo y conquistar la duda, para mezclar lo que ha sido con lo que está siendo y lo que podemos llegar a ser en un seremos que no te atreves a nombrar.

Me gustas para viajar como dedos por tus cicatrices, con la parsimonia de la mirada que desnuda tu tenacidad y la convierte en mi complicidad, para conocer tantos nuevos lugares como facetas tuyas cuando te me dejas fluir.

Me gustas para llorar de alegría, para sonreír con nostalgia y pensar con cada célula de mi corazón que lo nuestro es siempre posible cuando posibilitas el encuentro pleno y atento.

Me gustas, así de simple, así de claro, así de absurdo, pero me gustas al ritmo de un (Au)te quiero que no cesa de cantar.

Me gustas como para quererte más allá de las letras y menos acá que cuando te marchas, por coraje mío o miedo tuyo. Para experimentar lo inédito y tatuar lo impertérrito en los aires y las aguas que incendian todo terreno.

Me gustas como para gustarte más allá de tus típicos gustos. Me gustas como para que te guste la idea de gustarnos y degustarnos constante, leal, plena y comprometidamente. En amorosa, tierna, atinada e irrenunciable libertad.

Me gustas, incluso, para callarme y esperar tu decidido regreso a mí, hoy, mañana o en una siguiente vida. Yo seguiré presente, gustando de ti y de tu ausencia de mí.

Pelo hazte plesente, pol favol.





Tiempo al tempo.

Loca y en penuria se disfraza la mortaja
de lisonjas y promesas no cumplidas.
Un día más que la distancia es el pretexto para sembrar dudas,
la ventana para espiar fatidicos devenires
y plantearlos como irreductibles realidades.
Las grandes luces siempre proyectan inconmensurables sombras
y soy yo mi propio oscuridad y desatino.
Quise encenderla, no incendiarla
pero por sintaxis, prosodia y entonación
perdí toda posibilidad de un perdón.
Gritar para desahogar el daño que un grito hizo no es la solución.
Llorarlo tampoco.
Tiempo...
¿Para qué?
Si cada segundo es la guillotina que se apresta,
el juicio que no cesa,
el miedo que alerta
y el recuerdo que mata
cualquiera nueva otra oportunidad.
No, yo no quise errar.
Nunca quise herir.
Yo quise salir de dudas con la desesperación de quien se ahoga
(en un laberinto de la Atlántida misma).
Hoy me arrepiento
y no sé cuánto más lo haré.
¿Una vida entera será suficiente para expirar la culpa?
De ser así,
¿ésta debe durar mucho
o terminar de una buena vez?
O,
¿acaso?,
una muerte en vida
y con el sepulcral silencio que tu cuerpo me dedica
será el punto final
de una historia que jamás mencionaste iniciada.
Estertor y perdón.
¿Vendrá la reconciliación?