No soy un hombre de amores fáciles ni amores incompletos.
No sé darme a medias ni con reservas.
Cada uno de mis amores son elegidos, construidos y edificados desde la consciencia y la entrega absoluta.
A veces tengo mucho que dar, a veces es casi nada, y siempre lo doy todo de lo que hay en mí.
No sé ser uno de esos hombres tibios, blandengues, que huyen al primer conflicto ni que se quedan atados a las memorias y dolores pasados. No quiero ser un hombre incompleto por quedarme atorado en todo lo que puede fluir desde mí.
No, yo no soy hombre de un sólo amor, ni creo que haya uno único para mí, y eso me hace amar más pura y tenazmente cada uno de mis momentos compartidos con ese amor escogido.
Si nada es eterno ni sinónimo de completud, ¿porqué habría de detenerme en el tiempo viendo todo lo que falta, de lo que se carece o la velocidad a la que se ama -o se deja de hacerlo- ?
Me rehuso a vivir atado a los miedos y fantasías belicosas de los amores románticos que niegan lo que más desean, o que desean lo que menos quieren encarnar. Y que, irónicamente, más niegan su esencia romántica y posesiva.
La desdicha no va conmigo aunque el desamor sea la consecuencia inevitable de amar sin esperar (aunque sí deseo, ansío y merezco el amor que prodigo yo) . Yo celebro, honro, agradezco y rememoro cada momento vivido en pleno amor.
No me interesa un amor cortado, inconcluso, tibio y mojigato, que se esconde de las buenas y malas lenguas, de las mejores y peores morales.
No me causa admiración alguna la necia necesidad de interpretarlo todo como tragedia shakespeareana que ineludiblemente lleva a un sangriento final anunciado y cantado en verso o prosa. Una comedia nada sutil que cada crisis la convierte en daño, cada oportunidad en duda, y cada triunfo en terror de intimidad.
No sé amar impoluto, aséptico, políticamente correcto ni socialmente brillante. No es mi meta dominar ni ser dominado para establecer jerarquías de alta burguesía.
Soy un hombre que ama entero, completo, irrestricto y sin censura, con la pasión y fugacidad de un cometa, con el vaivén siempre presente de la marea, con la eterna esperanza de renacer del bosque y la imperceptible presencia del aire.
Amo así, con mi pasión y desencanto completo pues sé que, llegada la hora, no me detendré a seguir amando ilusiones ni fantasmas que a veces se manifiestan. No quiero sólo murmullos, me fascinan los gritos y algarabía.
Amo completo y desgreñado porque sé que no te necesito -ni tú a mí- y que, llegada la hora del adiós, seguirás siendo mi amor, en la distancia y ausencia necesaria.
Si no entiendes que mi amor intenso, entregado y pleno no es una atadura, pues lo que se entrega por completo no tiene la fuerza ni deseo para devorar, entonces no estás lista para este amor.
Y yo, aunque te ame profundamente, siempre estaré listo, preparado, para el desamor.
No sé darme a medias ni con reservas.
Cada uno de mis amores son elegidos, construidos y edificados desde la consciencia y la entrega absoluta.
A veces tengo mucho que dar, a veces es casi nada, y siempre lo doy todo de lo que hay en mí.
No sé ser uno de esos hombres tibios, blandengues, que huyen al primer conflicto ni que se quedan atados a las memorias y dolores pasados. No quiero ser un hombre incompleto por quedarme atorado en todo lo que puede fluir desde mí.
No, yo no soy hombre de un sólo amor, ni creo que haya uno único para mí, y eso me hace amar más pura y tenazmente cada uno de mis momentos compartidos con ese amor escogido.
Si nada es eterno ni sinónimo de completud, ¿porqué habría de detenerme en el tiempo viendo todo lo que falta, de lo que se carece o la velocidad a la que se ama -o se deja de hacerlo- ?
Me rehuso a vivir atado a los miedos y fantasías belicosas de los amores románticos que niegan lo que más desean, o que desean lo que menos quieren encarnar. Y que, irónicamente, más niegan su esencia romántica y posesiva.
La desdicha no va conmigo aunque el desamor sea la consecuencia inevitable de amar sin esperar (aunque sí deseo, ansío y merezco el amor que prodigo yo) . Yo celebro, honro, agradezco y rememoro cada momento vivido en pleno amor.
No me interesa un amor cortado, inconcluso, tibio y mojigato, que se esconde de las buenas y malas lenguas, de las mejores y peores morales.
No me causa admiración alguna la necia necesidad de interpretarlo todo como tragedia shakespeareana que ineludiblemente lleva a un sangriento final anunciado y cantado en verso o prosa. Una comedia nada sutil que cada crisis la convierte en daño, cada oportunidad en duda, y cada triunfo en terror de intimidad.
No sé amar impoluto, aséptico, políticamente correcto ni socialmente brillante. No es mi meta dominar ni ser dominado para establecer jerarquías de alta burguesía.
Soy un hombre que ama entero, completo, irrestricto y sin censura, con la pasión y fugacidad de un cometa, con el vaivén siempre presente de la marea, con la eterna esperanza de renacer del bosque y la imperceptible presencia del aire.
Amo así, con mi pasión y desencanto completo pues sé que, llegada la hora, no me detendré a seguir amando ilusiones ni fantasmas que a veces se manifiestan. No quiero sólo murmullos, me fascinan los gritos y algarabía.
Amo completo y desgreñado porque sé que no te necesito -ni tú a mí- y que, llegada la hora del adiós, seguirás siendo mi amor, en la distancia y ausencia necesaria.
Si no entiendes que mi amor intenso, entregado y pleno no es una atadura, pues lo que se entrega por completo no tiene la fuerza ni deseo para devorar, entonces no estás lista para este amor.
Y yo, aunque te ame profundamente, siempre estaré listo, preparado, para el desamor.