He de comenzar, entonces, por tu cuello...
Desdibujar las líneas que conectan tu escucha con el resto de tu cuerpo.
Hacer que pierdas la noción de cualquier sonido que te distraiga de sentir tu corazón agitándose al ritmo de mis lentas caricias que lo exploran y reconocen.
Recorrer lenta y pausadamente, con la alevosía de quien conoce tu punto débil, la magnífica piel que brilla al contacto de mi húmeda boca.
Tal vez me desvíe un poco y conozca también tu nuca... La base de cualquier pensamiento que te lleva a pensar de más y sentir de menos. Que te censura.
Saborear tranquilo y decidido tu mentón. Mientras mis manos siguen sosteniendo, sin pudor ni censura, tu cuello que late y se muestra, venturoso, a mi aún inexperta vivencia.
He de comenzar, mejor aún, por tu imaginación.
Y jugar un poco con ella a partir del disfrute que lleva la mía, al pensarte con el cuello dispuesto a dejarse saborear, como una noche que con viento apenas disminuye tu sudor.
Tu salado y tierno, jugoso sudor...
Desdibujar las líneas que conectan tu escucha con el resto de tu cuerpo.
Hacer que pierdas la noción de cualquier sonido que te distraiga de sentir tu corazón agitándose al ritmo de mis lentas caricias que lo exploran y reconocen.
Recorrer lenta y pausadamente, con la alevosía de quien conoce tu punto débil, la magnífica piel que brilla al contacto de mi húmeda boca.
Tal vez me desvíe un poco y conozca también tu nuca... La base de cualquier pensamiento que te lleva a pensar de más y sentir de menos. Que te censura.
Saborear tranquilo y decidido tu mentón. Mientras mis manos siguen sosteniendo, sin pudor ni censura, tu cuello que late y se muestra, venturoso, a mi aún inexperta vivencia.
He de comenzar, mejor aún, por tu imaginación.
Y jugar un poco con ella a partir del disfrute que lleva la mía, al pensarte con el cuello dispuesto a dejarse saborear, como una noche que con viento apenas disminuye tu sudor.
Tu salado y tierno, jugoso sudor...