sábado, 22 de octubre de 2016

Te extraño, carajo.

Con o sin sombrero, con tu disfraz para la fiesta, con tu sonrisa de oreja a oreja y la mirada siempre de una sorpresa atemorizante.
Extraño tus sombras y luces, tu maldita locura que jamás aceptaste y por lo mismo te dominaba -y no viceversa- y esa pasión contenida que no te permitías mostrar más que en las discusiones, en las que tu odio implantado al amor de pareja-que-tanto-buscas se desbordaba hasta el linaje, hasta el universo y su ley de la atracción de un futuro que sabias ya de cierto por que así-son-y-siempre-han-sido-y-seguirán-siendo las cosas, los machismos, los amores. Pero ahí estabas, más allá de tus discursos posmodernos y cliché, estabas en cuerpo y alma (fuera del cerebro y discursos), más allá de los miedos y oscuridades, ahí estabas hasta que se encendía la luz. Y corrías, como gato asustado, no sin antes tirar zarpazos y pataletas, rompiendo lo construido para asegurarte de que se cumplirían tus profecías de jamás encontrar el amor, pues no existe mas que para la amistad y tus mejores amigas.
Te extraño con todo ese dolor y oscuridad que disfraza la luz y magia que temes tanto mostrar, pues te responsabiliza y tú quieres seguir siendo libre con todas sus irresponsabilidades, no te quieres atar ni siquiera a tus propios gustos y deseos. Nada de Bukowski y "encontrar lo que te guste hasta que te mate"... #NiUnaMenos por el amor romántico, ni literal ni figuradamente. En pie de guerra, en la lucha, en lo beligerante. En esa pasión tan delicioso que bajaba las armas sólo en el coger.
Y ahí, nuevamente, era yo demasiado tosco para ti. (Pero qué rico, no-le-digas-casi-a-nadie-no-soy-yo-es-mi-pene-y-mi-forma-de-tocarte)
Sí, en retrospectiva, las únicas veces que fui algo diferente a insuficiente para tus insaciables aspiraciones era cuando fui-siempre-lo-fui demasiado malo, demasiado psicólogo, demasiado errado, demasiado tosco, demasiado cuadrado, demasiado incongruente. Jamás fui mencionado como demasiado amoroso, demasiado entregado, demasiado soñador, demasiado utópico ni demasiado luchador.
Jamás fui demasiado justo-lo-que-necesitabas. Siempre insuficiente o demasiado años puedo contigo. 
Y te fuiste, como siempre (y para poder volver a irte hay que regresar, y lo hacías).
Primero no estabas porque era demasiado cercano e insistente. Después te fuiste porque era demasiado lejano y esquivo.
En el ínter te fuiste porque yo pedía demasiado. No regresas porque me interpretas demasiado sin-ti-feliz.
Y con toda esa contradicción te extraño.
¿Quién carajos dice o cree que el extrañar es de la razón?
Es ella la que me permite seguir extrañándote; sino te hubiera escrito ya, hablado, visitado. Hubiera hecho presencia para que me reclamaras  que era demasiado tarde o demasiado temprano. Nunca a tiempo. Como cuando llegué a tu vida o cuando te diste cuenta que ya me iba.
Y te extraño, porque atrás de todas esas cortinas (que no son falsas, sólo en lugares-momentos no-siempre-necesarios) sé que reconstruyes  todo un interior en el que yo ya estaba teniendo un lugar. Y me lo merecía. 
Y tu mirada de sorpresa siempre atemorizada me vio abandonándote en lugar de adelántandome para preparar todo para recibirte y recibirnos.
Te extraño, con tu eterno dudar e increpar, buscando demostrar con tu intelecto-necesariamente-evidente lo crítica que eres, sobre todo con quien amas si es un hombre no-aún de tu familia.
Te extraño, sabiendo que si lees esto dirás con dolor profundo "si tan mala soy, ¿para qué estas conmigo? Mejor me voy", sin entender que no es un juicio-sino-una-declaración, que te extraño, a pesar de mi razón, porque hay razones mucho más importantes e innombrables que las aquí escritas, pero esas no quieres leerlas porque decidiste ya que " No te amo" y no las crees o es demasiado... Tarde, o lo que sea necesario justificar en el momento de tu no-querer-amar-me.
Te extraño, como a la alegría mía que se fue contigo a la Ciudad de México y se quedó en el camión de regreso cuando "siempre hago cosas para hacerte sentir mal".
Te extraño, como a un sueño de paren-marentalidad compartida.
Te extraño como me extraño a mí mismo al saberme ausente y en un cuerpo que ya no es el mío sino el del dolor envuelto.
Te extraño, y te quisiera a mi lado (o yo al tuyo, o los dos juntos, o como-sea-que-te-suene-bien-para-que-no-sea-interpretado-como-machismo-e-imposición-adicional-de-geografías).
Te extraño y sólo escribo, esperando-te-leas y nos reconstruyamos. Como cuando te atreviste a caminar a mi lado por dos meses de entre 17 que yo estuve, princesa jaguar.
Te amo.