sábado, 20 de agosto de 2016

Aún, ciento dieciocho.

Me gusta esa sensación de náusea, tristeza y conmiseración que sube por mi barriga y llena mi garganta cada vez que te leo con cualquier escrito no infantil.

Admiro ese toque para ser tan patético y feliz, tan lúgubre y jocoso, mezclando una cultura que siempre me ha dado güeva cultivar con una sandez escatológica que no me permito sacar a pasear muy seguido, por aquello de la corrección política y las consecuencias laborales por abandonarla hasta para sólo jugar.

Creo que me gusta leerte brillante porque así me escucho también en mi podredumbre. En tus líneas identifico la mejor peor versión de mí mismo que podría ser si no fuera tan cobarde, si no intentara tan desesperadamente agradar antes de hartarme y mandar a todo a la mierda.

Podré no ser culto, pero pendejos no soy.

O no quiero aceptar que lo soy, y por eso odio a cualquiera que me lo pueda reflejar de cerquita, muy cerquita.

Y me siento Mierda el día de hoy. También.

Pero así, sin más, en medio de una cruda de ni siquiera medio cartón de cervezas, cero cigarros, ningún pecado y tres horas de sueño en un eteene, me animé a escribirte y decirte que si hablábamos.
Y dijiste que sí, con la misma naturalidad con la que te tiraste un pedo tan sonoro como guajolotero, mientras compartíamos mingitorio en Tlalpujahua y hablabas del sexo anal y sus repercusiones acústicas evidentes.
Y hablamos. Me guiaste a comprar tu libro y yo muy obediente fui al Sótano a salir de mi otro closet (¿porqué sólo los gays tienen derecho a guardar sus pinches miedos en los closets? Al resto sólo nos los dejan para esqueletos o muertitos).

Celebré, con la felicidad eufórica de una tortuga, con la explosiva expresión de una anémona. Realmente me emociona, como guacagrupi.

Y grité y brinqué con tanta enjundia como ustedes en el último concierto que dieron en el Blackdog.

Era tan clara mi algarabía como La Verdad en ese pinche hoyo de mala acústica y pior ecualización.

Y leí nopinchesmames Araucontusmamadasyrencoresquechulahijatienescabron.
Y pensé que hoy, tras escuchar a dos europeos ladrar críticas todo el día para enseñar cómo hacer las cosas a una red de mentiras y simulaciones infantiles, es el día dos de mis 120 maneras de despedirme.

Esta fue mi celebración de hoy.

Tu voz, tus letras, tu banda, una banda que recuerdo escuchar una y otra vez como antídoto ante la preocupación por otro temblor. Así mi memoria que lo Junta todo en un mismo recuerdo como sofá-cama del piso de arriba de la oficina donde vivíamos para que el patrón se cogiera a mi jefa en horas de oficina y no faltara a su cálido y pelirrojo hogar, en medio de pelotas y palos de golf, incendios y extintores paquipallá, paquipallá.

Así celebré hoy. Triste y patético, como un guacagrupi de los primeros chavorrucos oficiales Meidinmecsico.

¿Sabes? Ni siquiera me sé la discografía, ni las letras de todas las rolas. Esas cosas son para fanáticos. Muy gringo, ese pedo de saberte hasta las estadísticas, fechas, casa productora y cuantamadre pasa.

Nel, yo sólo estoy para ser un guacagrupi lo suficientemente decente para decir #NacoEsChido sabiendo que hacen covers de su propia música porque el guacarock es sabroso pero te puede matar de un coraje.
Grupi de aguacate como para seguir el juego chaqueto por la paz y ser publicado, sin pedirlo, en el sexódromo. Los únicos dos pinches periódicos de Milenio que he comprado/compraré en mi vida.

Plan B, agradezco, carasmeadas, sangre, sangre, maíz.

Nos escuchamos pronto.